“Si las fronteras van a trazarse en consonancia con los intereses militares, las reclamaciones no acabarán nunca, pues toda linea militar es por fuerza defectuosa y susceptible de mejorarse con la anexión, de nuevos territorios vecinos; además, estas líneas nunca pueden trazarse de un modo inapelable y justo, pues son siempre una imposición del vencedor sobre el vencido, y por consiguiente llevan en su seno siempre el germen de nuevas guerras. Así nos lo enseña la historia toda. Ocurre con las naciones lo mismo que con los individuos. Para privarles del poder de atacar, hay que quitarles también los medios de defenderse. No basta echar las manos al cuello; hay que asesinar. Si alguna vez hubo un conquistador que tomase “garantías materiales” para inutilizar una acción, ése fue Napoleón I con el Tratado de Tilsit (1) y con su modo de aplicarlo contra Prusia y el resto de Alemania. Y, sin embargo, pocos años después, su poder gigantesco se venía al suelo como una caña podrida ante el pueblo alemán. ¿Qué significaban las “garantías materiales” que Prusia, en sus sueños más fantásticos, pueda o se atreva a imponer a Francia, comparadas con las que le arrancó a ella misma Napoléon I? El resultado no será menos desastroso. Y la historia no medirá su castigo por el número de millas cuadradas arrebatadas a Francia, sino por la magnitud del crimen, que supone resucitar en la segunda mitad del siglo XIX la ‘politica de conquistas'” [Marx, Segundo Manifiesto del Consejo General de la Asociacion Internacional de los Trabajadores sobre la guerra franco-prusiana][Carlos Marx, La guerra civil en Francia, 1976] [ (1) ‘La Paz de Tilsit’ fue firmada en 1807 entre Francia Y Rusia después de la derrota de Prusia por las tropas de Napoléon]