“«La separación del trabajo manual y el trabajo intelectual caracteriza las relaciones de producción en la sociedad esclavista. El trabajo físico es lo propio de lo esclavos y el trabajo intelectual es el monopolio de la clase de los proprietarios de esclavos. En esta oposición se refleja la contradicción entre los medios de producción, bajo cuyo nombre figuran los esclavos y las relaciones de producción, basadas en la separación entre productores y propietarios de esclavos, dueños de los medios de producción y de los productos, que séran más adelante una clase parasitaria. El desprecio por el trabajo manual es el rasgo dominante de la psicologia y el pensamiento de las sociedades antiguas fundadas sobre la esclavitud» (4). Puntualicemos, para matizar estas palabras de Garaudy, que tanto en Grecia como en Roma, muchos esclavos podrían incluirse en la categoría de trabajadores «intelectuales». Por su parte, Engels dice: «La esclavitud, allí donde ocupa la forma principal de producción, hace del trabajo una actividad servil, y de allí deshonrosa para los hombres libres. Por ello, el medio para salir de tal modo de produccíon está cerrado, mientras que por otra parte la producción más desarrollada encuentra su límite en la esclavitud y está llevada a eliminarla. Esta contradicción causa la ruina de toda producción fundada sobre la esclavitud y de las comunidades fundadas sobre ella». En realidad, la situación de los trabajadores griegos libres no era mejor muchas veces que la de los esclavos, sino al contrario con frecuencia, pues mal que bien el amo había de alimentar al sclavo para que no perdiese fuerza de trabajo. «En cambio, el campesino pobre, el artesano y el peón, hombres libres, apenas podían subsistir, lo cual hacía que su destino en ciertas épocas de carestía y de paro fuese peor que el de los esclavos» (5). Existía una multitud de hombres libres sin tierras ni empleo, «porque una minoría de propietarios poseían el suelo, y el número, ya crecido, de los cautivos de guerra reducidos a esclavitud despojaba a menudo a los jornaleros y a los artesanos libres del trabajo que les daba el sustento. Muchos de ellos, llenos de deudas, tenían que vender a sus hijos como esclavos y acababan sometidos también a sus acreedores en calidad de siervos (6). Lo mismo el obrero libre que el esclavo eran socialmente despreciados, pero no tanto porque fueran «trabajadores» como porque, en su trabajo, dependían de otro, es decir, porque vivían en una situación de dependencia personal” [Miguel Angel Gonzalez Muñiz, ‘Aproximacion a la Historia Social del Trabajo en Europa’, Madrid, 1975] [(4) Garaudy; (5) P. Jaccard; (6) Id.] [Referencia: Roger Garaudy, ‘La Libertad’, Buenos Aires, Lautaro, 1958; Pierre Jaccard, ‘Historia social del trabajo’, Barcelona, Pl. y Janés, 1971]