“El federalismo de los intransigentes y de su apéndice bakuninista consistía, precisamente, en dejar que cada ciudad actuase por su cuenta y declaraba esencial, no su cooperación de ellas, con lo cual cerraba el paso a toda posibilidad de una ofensiva general. Lo que en la guerra de los campesinos alemanes y en las insurrecciones alemanas de mayo de 1849 había sido un mal inevitable – la atomización y el aislamiento de las fuerzas revolucionarias, que permitió a unas y las mismas tropas del gobierno ir aplastando un alzamiento tras otro – se proclamaba aquí como el principio de la suprema sabiduría revolucionaria. Bakunin pudo disfrutar de este desagravio”. [Friedrich Engels, Los bakuninistas en acción. Memoria sobre el levantamiento en España en el verano de 1873, 1968]